Chilean Electric

Como Prometeo, el titán que le robó el fuego a los dioses, deberá entregar la llama con responsabilidad a toda esta gente perdida y hacerle ver que es un regalo que deben cuidar y aprovechar porque es de ellos. Proclamar la segunda independencia, la independencia de la luz, donde todos tendrán un lugar porque la luz del país debe ser para iluminarnos a todos.

Quizá ese sea el mensaje oculto dejado por mi abuela, el encargo que circula en esa escena que inventó para mí: iluminar con la letra la temible oscuridad.

Pienso en los trabajadores del salitre que tomaron la posta en ese camino por el desarrollo. Pienso en las condiciones inhumanas y ridículas en las que trabajaron para que Chile, entre otras cosas, se iluminara. Pienso en sus demandas laborales.

Es tanta la electricidad que ocupamos para iluminarnos que los astrónomos chilenos se quejan de contaminación lumínica. En Chile tenemos los mejores cielos, dicen, pero toda la luz que podemos observar en el espacio tiene su némesis en aquella emanada desde la Tierra.

Cuando era niña y trataban de explicarme por qué había muerto Allende en la Moneda, me decían que paradójicamente había muerto defendiendo con un fusil todo un sistema que él mismo se había negado a aplastar antes con ese mismo fusil.

Esta noche, cuando acaricien a sus hijos, cuando busquen el descanso, piensen en el mañana duro que tendremos por delante, cuando tengamos que poner más pasión y más cariño, para hacer cada vez más grande a Chile y cada vez más justa la vida en nuestra patria.

No sé si sería un problema para ella no tener ombligo, las mujeres de esa época y la relación con sus propios cuerpos era siempre un misterio y, con mi abuela, un insondable enigma sin resolver.