Memorias del subsuelo

Les juro, señores, que ser demasiado consciente es una enfermedad, una enfermedad verdadera y plena.

la antítesis del hombre normal, esto es, el hombre de conciencia exacerbada

puede que un hombre normal no tenga más remedio que ser un necio

este hombre espontáneo es para mí el hombre normal, verdadero, tal y como quiso verlo la tierna madre naturaleza cuando tuvo la gentileza de traerlo a este mundo.

Para ellos, un muro no es un motivo de renuncia, como lo es, por ejemplo, para nosotros, personas que cavilamos y, en consecuencia, no hacemos nada;

toda la vida he vuelto la vista y jamás he sido capaz de mirar a la gente a los ojos.

por más vueltas que le dé, es que siempre resulta que yo soy el culpable de todo y, lo más lamentable es que soy culpable sin culpa, por así decir, atendiendo a las leyes de la naturaleza.

el placer de la desesperación, se entiende, pero es justamente en la desesperación donde se suelen encontrar los placeres más ardientes, sobre todo cuando uno reconoce con toda lucidez lo irremediable de su situación.

¿quién puede vanagloriarse de sus enfermedades, y ya no digamos hacer alarde de ellas?

nuestro desdichado siglo XIX