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Knjige
Jon Bilbao

Los extraños

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    Especulan sobre cómo reaccionará Virginia. Ninguno consigue imaginarlo. Se preguntan por qué tiene a su padre —dan por cierto que se trata de su padre— en el hotel. ¿Solo para que estudie la escritura de la casa? ¿Le gusta tenerlo cerca? ¿Lo lleva con ella a lo largo de su viaje, como a los perros
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    El día transcurre igual que muchos de los anteriores. Virginia prepara la comida. Markel vuelve con los perros. Comen todos juntos. Virginia parece no saber nada
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    Tiene que gritar con todas sus fuerzas. El estrépito es apabullante. También la actividad. Jilgueros, gorriones, tordos, zorzales, cornejas, becadas, una pareja de águilas ratoneras, lechuzas, cárabos… vuelan enloquecidos entre las ramas. A ellos se suman los murciélagos, por docenas, por cientos. Jon se agacha para protegerse. Con el fin de ver mejor el espectáculo, levanta la linterna. El haz de luz deslumbra a una urraca, que se estrella contra un castaño
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    Sale a la terraza de arriba y se reúne con Jon y Katharina que, tomados de la mano, miran el cielo. Han vuelto las luces. Desde el prado de San Juan llegan exclamaciones de asombro, de felicidad desatada, infantil, de anhelo por fin satisfecho. Muchos, olvidándose de sus instrumentos de grabación y de medida, alzan los brazos a las alturas. En la cochera, los dos pastores alemanes ladran histéricos
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    Cesan las pulsaciones. Se interrumpe asimismo el sonido. Y de inmediato arranca una nueva secuencia. El objeto azul y el rojo se apagan. Queda encendido nada más que el verde, el circular. Murmullos de expectación en el prado
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    Estas luces quedan eclipsadas de pronto por otra. Un brillo verde brota de la hondonada donde está la dolina. El objeto circular se eleva hacia el cielo. Crece la agitación de animales y aves, perfectamente visibles ahora gracias a la luz alienígena que se cuela entre la fronda. Por un instante, los ojos de todas y cada una de las criaturas reflejan el resplandor, se tornan verdes, una abstracción puntillista. El objeto sobrevuela el soto y se aleja rumbo al pueblo. Desde el camino por donde se aproximan los ufólogos llegan gritos desesperados: ¡No! ¡Esperad! ¡No nos dejéis
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    Katharina le dirá que, en cuanto el verde se reunió con los otros dos, partieron juntos en dirección al mar, igual que la otra vez
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    Llega la noche y siguen sin tener noticias de Markel ni de su pastor alemán. Por alguna razón, que el perro tampoco haya vuelto tranquiliza a Jon. Ha intentado varias veces llamar a su primo al móvil. Una voz grabada le ha informado de que el aparato se encuentra apagado o fuera de cobertura
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    Le sorprende lo poco que piensa en su primo. Ha dado por sentado que, frustrados sus planes, Markel y Virginia ya no tienen nada que hacer allí y no van a volver. Su recuerdo, en especial el de Markel, se borra rápidamente, igual que se borró después de que se conocieran cuando eran niños. Si es que se conocieron
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    Una mañana baja a la cochera con comida para el perro. El animal no está. Lo llama. No responde. La puerta de entrada a la propiedad está cerrada, pero puede haberse colado entre las ramas del seto que cierra la finca por el lado de la carretera. O quién sabe
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