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César Vallejo

Paco Yunque

  • Mayra Ramosje citiralaпре 4 године
    Paco Yunque estaba siempre llorando y sus lágrimas parecían ahogarle.
  • segundaercilavazqu92743je citiraoпре 12 дана
    fue adelantándose al centro del patio, con su libro primero, su cuaderno y su lápiz. Paco estaba con miedo, porque era la primera vez que veía a un colegio; nunca
  • segundaercilavazqu92743je citiraoпре 12 дана
    Humberto y a sus papás. Todos. Todos. Todos. El profesor también. La cocinera, su hija. La mamá de Paco. El Venancio con su mandil. La María que lava las bacinicas.
  • segundaercilavazqu92743je citiraoпре 12 дана
    Dos niños –los hermanos Zumiga– tomaron de una y otra mano a Paco y le condujeron a la sala de primer año. Paco no quiso seguirlos al principio, pero luego obedeció, porque vio que todos hacían lo mismo
  • segundaercilavazqu92743je citiraoпре 12 дана
    Un niño trigueño, cara redonda y con una chaqueta verde muy ceñida en la cintura agarró a Paco por un brazo y quiso arrastrarlo. Pero Paco no se dejó. El trigueño volvió a agarrarlo con más fuerza y lo jaló. Paco se pegó más a la pared y se puso más colorado.
  • segundaercilavazqu92743je citiraoпре 12 дана
    Dorian Grieve, un inglés, patrón de los Yunque, gerente de los ferrocarriles de la Peruvian Corporation y alcalde del pueblo.
  • segundaercilavazqu92743je citiraoпре 12 дана
    alumno, Antonio Gesdres, –hijo de un albañil–,
  • Alejandra Romeroje citiraoпре 10 месеци
    El profesor ordenó a Grieve:

    — Váyase a su asiento.

    Humberto Grieve, muy alegre, volvió a su carpeta. Al pasar junto a Paco Fariña, le echó la lengua.

    El profesor subió a su pupitre y se puso a escribir en unos libros.

    Paco Fariña le dijo en voz baja a Paco Yunque:

    — Mira al señor, está poniendo tu nombre en su libro, porque no has presentado tu ejercicio. ¡Míralo! Te va a dejar ahora recluso y no vas a ir a tu casa. ¿Por qué has roto tu cuaderno? ¿Dónde lo pusiste?

    Paco Yunque no contestaba nada y estaba con la cabeza agachada.

    — ¡Anda! –le volvió a decir Paco Fariña–. ¡Contesta! ¿Por qué no contestas? ¿Dónde has dejado tu ejercicio?

    Paco Fariña se agachó a mirar la cara de Paco Yunque y le vio que estaba llorando. Entonces le consoló diciéndole:

    — ¡Déjalo! ¡No llores! ¡Déjalo! ¡No tengas pena! ¡Vamos a jugar con mi tablero! ¡Tiene torres negras! ¡Déjalo! ¡Yo te regalo mi tablero! ¡No seas zonzo! ¡Ya no llores!

    Pero Paco Yunque seguía llorando agachado.
  • Alejandra Romeroje citiraoпре 10 месеци
    — ¡Siéntense!

    Un traqueteo de carpetas y todos los alumnos estaban ya sentados.

    Entonces el profesor se sentó en su pupitre y llamó por lista a los niños para que le entregasen sus cuartillas con los ejercicios escritos sobre el tema de los peces. A medida que el profesor recibía las hojas de los cuadernos, las iba leyendo y escribía las notas en unos libros.

    Humberto Grieve se acercó a la carpeta de Paco Yunque y le entregó su libro, su cuaderno y su lápiz. Pero antes había arrancado la hoja del cuaderno en que estaba el ejercicio de Paco Yunque y puso en ella su firma.

    Cuando el profesor dijo: “Humberto Grieve”, Grieve fue y presentó el ejercicio de Paco Yunque como si fuese suyo.

    Y cuando el profesor dijo: “Paco Yunque”, Yunque se puso a buscar en su cuaderno la hoja en que escribió su ejercicio y no lo encontró.

    — ¿La ha perdido usted –le preguntó el profesor– o no la ha hecho usted?

    Pero Paco Yunque no sabía lo que se había hecho la hoja de su cuaderno y, muy avergonzado, se quedó en silencio y bajó la frente.

    — Bueno –dijo el profesor, y anotó en unos libros la falta de Paco Yunque.

    Después siguieron los demás entregando sus ejercicios. Cuando el profesor acabó de verlos todos, entró de repente al salón el Director del Colegio.

    El profesor y los niños se pusieron de pie respetuosamente. El Director miró como enojado a los alumnos y dijo en voz alta:

    — ¡Siéntense!

    El Director le preguntó al profesor:

    — ¿Ya sabe usted quién es el mejor alumno de su año? ¿Ya han hecho el ejercicio semanal para calificarlos?

    — Sí, señor Director –dijo el profesor–. Acaban de hacerlo. La nota más alta la ha obtenido Humberto Grieve.

    — ¿Dónde está su ejercicio?

    — Aquí está, señor Director.

    El profesor buscó entre todas las hojas de los alumnos y encontró el ejercicio firmado por Humberto Grieve. Se lo dio al Director, que se quedó viendo largo rato la cuartilla.

    — Muy bien –dijo el Director, contento.

    Subió al pupitre y miró severamente a los alumnos. Después les dijo con su voz un poco ronca pero enérgica:

    — De todos los ejercicios que ustedes han hecho, ahora, el mejor es el de Humberto Grieve. Así es que el nombre de este niño va a ser inscrito en el Cuadro de Honor de esta semana, como el mejor alumno del primer año. Salga afuera Humberto Grieve.

    Todos los niños miraron ansiosamente a Humberto Grieve, que salió pavoneándose a pararse muy derecho y orgulloso delante del pupitre del profesor. El Director le dio la mano diciéndole:

    — Muy bien, Humberto Grieve. Lo felicito. Así deben ser los niños. Muy bien.

    Se volvió el Director a los demás alumnos y les dijo:

    — Todos ustedes deben hacer lo mismo que Humberto Grieve. Deben ser buenos alumnos como él. Deben estudiar y ser aplicados como él. Deben ser serios, formales y buenos niños como él. Y si así lo hacen, recibirá cada uno un premio al fin de año y sus nombres serán también inscritos en el Cuadro de Honor del Colegio, como el de Humberto Grieve. A ver si la semana que viene, hay otro alumno que dé una buena clase y haga un buen ejercicio como el que ha hecho hoy Humberto Grieve. Así lo espero.

    Se quedó el Director callado un rato. Todos los alumnos estaban pensativos y miraban a Humberto Grieve con admiración. ¡Qué rico Grieve! ¡Qué buen ejercicio ha escrito! ¡Ése si que era bueno! ¡Era el mejor alumno de todos! ¡Llegando tarde y todo! ¡Y pegándoles a todos! ¡Pero ya lo estaban viendo! ¡Le había dado la mano al Director! ¡Humberto Grieve, el mejor de todos los del primer año!

    El Director se despidió del profesor, hizo una venia a los alumnos, que se pararon para despedirlo, y salió.

    El profesor dijo después:

    — ¡Siéntense!

    Un traqueteo de carpetas y todos los alumnos estaban ya sentados.
  • Alejandra Romeroje citiraoпре 10 месеци
    Humberto Grieve preguntó:

    — ¿Es, señor, el ejercicio escrito de los peces?

    — Sí. A copiar todo el mundo.

    El salón se sumió en el silencio. No se oía sino el ruido de los lápices. El profesor se sentó a su pupitre y también se puso a escribir en unos libros.

    Humberto Grieve, en vez de copiar su ejercicio, se puso otra vez a hacer dibujos en su cuaderno. Lo llenó completamente de dibujos de peces, de muñecos y de cuadritos.

    Al cabo de un rato, el profesor se paró y preguntó:

    — ¿Ya terminaron?

    — Bueno –dijo el profesor–. Pongan al pie sus nombres bien claros.

    En ese momento sonó la campana del recreo.

    Una gran algazara volvieron a hacer los niños y salieron corriendo al patio.

    Paco Yunque había copiado su ejercicio muy bien y salió al recreo con su libro, su cuaderno y su lápiz.

    Ya en el patio, vino Humberto Grieve y agarró a Paco Yunque por un brazo, diciéndole con cólera:

    — Ven para jugar al melo.

    Lo echo de un empellón al medio y le hizo derribar su libro, su cuaderno y su lápiz.

    Yunque hacía lo que le ordenaba Grieve, pero estaba colorado y avergonzado de que los otros niños viesen cómo lo zarandeaba el niño Humberto. Yunque quería llorar.

    Paco Fariña, los dos Zumigas y otros niños rodeaban a Humberto Grieve y a Paco Yunque. El niño flacucho y pálido recogió el libro, el cuaderno y el lápiz de Yunque, pero Humberto Grieve se los quitó a la fuerza, diciéndole:

    — ¡Déjalos! ¡No te metas! Porque Paco Yunque es mi muchacho.

    Humberto Grieve llevó al salón de clases las cosas de Paco Yunque y se las guardó en su carpeta. Después, volvió al patio a jugar con Paco Yunque. Le cogió del pescuezo y le hizo doblar la cintura y ponerse en cuatro manos.

    — Estate quieto así –le ordenó imperiosamente–. No te muevas hasta que yo te diga.

    Humberto Grieve se retiró a cierta distancia y desde allí vino corriendo y dio un salto sobre Paco Yunque, apoyando las manos sobre sus espaldas y dándole una patada feroz en las posaderas. Volvió a retirarse y volvió a saltar sobre Paco Yunque, dándole otra patada. Mucho rato estuvo así jugando Humberto Grieve con Paco Yunque. Le dio como veinte saltos y veinte patadas.

    De repente se oyó un llanto. Era Yunque que estaba llorando de las fuertes patadas del niño Humberto. Entonces salió Paco Fariña del ruedo formado por los otros niños y se plantó ante Grieve, diciéndole:

    — ¡No! ¡No te dejo que saltes sobre Paco Yunque!

    Humberto Grieve le respondió amenazándole:

    — ¡Oye! ¡Oye! ¡Paco Fariña! ¡Paco Fariña! ¡Te voy a dar un puñetazo!

    Pero Fariña no se movía y estaba tieso delante de Grieve y le decía:

    — ¡Porque es tu muchacho le pegas y lo saltas y lo haces llorar! ¡Sáltalo y verás!

    Los dos hermanos Zumiga abrazaban a Paco Yunque y le decían que ya no llorase y le consolaban diciéndole:

    — ¿Por qué te dejas saltar así y dar de patadas? ¡Pégale! ¡Sáltalo tú también! ¿Por qué te dejas? ¡No seas zonzo! ¡Cállate! ¡Ya no llores! ¡Ya nos vamos a ir a nuestras casas!

    Paco Yunque estaba siempre llorando y sus lágrimas parecían ahogarle.

    Se formó un tumulto de niños en torno a Paco Yunque y otro tumulto en torno a Humberto Grieve y a Paco Fariña.

    Grieve le dio un empellón brutal a Fariña y lo derribó al suelo. Vino un alumno más grande, del segundo año, y defendió a Fariña, dándole a Grieve un puntapié. Y otro niño del tercer año, más grande que todos, defendió a Grieve dándole una furiosa trompada al alumno del segundo año. Un buen rato llovieron bofetadas y patadas entre varios niños. Eso era un enredo.

    Sonó la campana y todos los niños volvieron a sus salones de clase.

    A Paco Yunque lo llevaron por los brazos los dos hermanos Zumiga.

    Una gran gritería había en el salón del primer año, cuando entró el profesor. Todos se callaron.

    El profesor miró a todos muy serios y dijo como un militar:
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