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Axel Kaiser

El economista callejero

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    Todo lo descrito nos explica también la razón del porqué, en economía, es una falacia hablar de «precio justo». La justicia se puede atribuir a actos humanos intencionales, pero no a fenómenos espontáneos como los precios, cuyo nivel no depende de la voluntad arbitraria de alguna persona en particular sino de la complejísima red de demanda y oferta de recursos
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    Del mismo modo, el oro y la plata que se llevaron los españoles de sus colonias no fueron riqueza, sino dinero. Eso les permitió adquirir en Europa bienes y servicios a destajo, lo que produjo un proceso inflacionario, es decir, de alza de precios. De ahí que, en economía es una falacia decir que los españoles se llevaron riqueza de América, al referirse a los barcos cargados de oro y plata, pues en realidad se llevaron una gran cantidad de medios de pago que les servía solo a ellos para demandar bienes y servicios. Gracias a esos medios de pago o intercambio, pudieron adquirir parte de la riqueza que producían otros europeos quienes recibían las monedas de oro y plata como pago. La importación de productos agrícolas y ganaderos, provenientes de América, sí habría sido riqueza real para los españoles, ya que, precisamente, por este tipo de bienes sí se paga con dinero. Pero lamentablemente, esta no es la idea colectiva que predomina, sino más bien una representación de que España empobreció a sus colonias y se enriqueció a costa de ellas, al llevarse el oro y la plata. Sin embargo, esto no tiene sentido ya que dichos metales no tenían ninguna utilidad para los nativos de América y en Europa solo les eran útiles como medio de intercambio para una riqueza producida previamente por los mismos europeos
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    Si se estableciera, como regla general, que la necesidad del trabajador o alguna idea de justicia social, debiera ser el criterio para determinar el ingreso en lugar de la productividad, se arruinaría la economía completa, sumiendo a millones en la miseria.
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    Aunque a una escala menor, el salario mínimo produce el efecto de empobrecer a los más necesitados. Como se supone que el salario es lo que paga arbitrariamente el empleador, se busca artificialmente elevar los salarios por ley, sin entender que al hacerlo se condena al desempleo a todos quienes se encuentran por debajo del margen de productividad impuesto legalmente.
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    Adicionalmente, un sistema de explotación como el socialista destruye los incentivos para crear riqueza y liquida el emprendimiento y los intercambios voluntarios en el mercado. Ello explica que en países comunistas los salarios no sean más que unas decenas de dólares por mes, que la miseria sea la regla y que cientos de miles de personas quieran escapar a países capitalistas buscando libertad y mejor calidad de vida. Solo hay que recordar que el muro de Berlín lo construyeron los comunistas en Alemania del este, para evitar que sus residentes se fugaran a la Alemania occidental capitalista y no al revés. Cientos fueron fusilados por intentar cruzarlo y otros miles muertos y torturados por otros actos de «rebeldía».
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    Se puede decir sin exagerar, que Marx y todas las escuelas anticapitalistas que lo siguieron, jamás entendieron ni los más elementales principios de economía y por eso la aplicación de sus ideas llevó al totalitarismo y la pobreza generalizada. Si Marx y otros economistas clásicos hubieran comprendido algo tan simple como que el valor es subjetivo, jamás habría existido el marxismo, pues todo su aparato teórico se basa en la idea de que el valor es objetivo y que por tanto la ganancia empresarial es producto de la explotación. El marxismo y sus derivados, en otras palabras, se sustentan en un error intelectual. Aunque pocos economistas de salón creen actualmente en la teoría objetiva del valor, la mentalidad de que los empresarios se benefician a expensas de los trabajadores sigue siendo generalizada. Como los marxistas, muchas personas, políticos, intelectuales, artistas y otros, creen que los empresarios explotan a sus trabajadores obteniendo ganancias a expensas de su trabajo. Un buen economista callejero sabe que esta visión es esencialmente falsa, ya que el valor es subjetivo y en última instancia el salario no lo paga el empresario sino los consumidores, que son a su vez trabajadores. En la siguiente lección profundizaremos en este punto para facilitar aún más su comprensión.
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    En la visión marxista, ganancia, capital, innovación y competencia, todo lo que un buen economista callejero entiende como fundamental para el progreso social, son fuentes de opresión y miseria.
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    Así, si el obrero crea diez en valor con su trabajo, y ese valor de trabajo es, al mismo tiempo, el resultado del valor del trabajo necesario para producirlo, entonces la única forma de obtener una ganancia para el capitalista, argumentaría Marx, es pagando menos del valor de lo que se produce, es decir, menos de lo que a los trabajadores les cuesta crear las condiciones para poder producir dicho valor. En otras palabras, según Marx, los obreros trabajan horas que agregan valor a la mercancía, pero que no son pagadas por el empleador, pues así es como este último obtiene su utilidad. Ese superávit de valor sería expropiado por el empleador, llevando al trabajador a estar peor que antes, pues el costo que tiene él para poder producir esas horas, es robado por el capitalista al no pagárselo. Las ganancias, entonces, serían producto de la explotación y toda la riqueza que hay en la sociedad sería solo, en última instancia sostenía Marx, de los trabajadores y nunca de los innovadores o dueños del capital. Al mismo tiempo, según Marx, los capitalistas intentarán aumentar la producción con capital fijo, es decir, máquinas, lo que los llevará a despedir trabajadores para ahorrar costos y generar más producción y ganancias. Como todos harán lo mismo, habrá una competencia frenética por acumular capital para reemplazar trabajadores y aumentar la producción de modo de generar mayores ganancias. Pero, según Marx, como la fuente del valor es solo el trabajo, entonces las ganancias irán disminuyendo mientras más capital se acumula. A su vez esta necesidad de generar más ganancias cuando estas decaigan obligará a explotar aún más a los pocos trabajadores que no han sido reemplazados por el capital, llevándolos a la miseria. Esta es la contradicción esencial del capitalismo para Marx: la búsqueda por aumentar ganancias reemplazando el trabajo por capital terminará por crear miseria generalizada entre el proletariado, creando como consecuencia el ejército de obreros empobrecidos que hará la revolución socialista expropiando los medios de producción.
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    Para Marx −y casi todos los economistas clásicos− el valor de cambio de una mercancía depende de las horas de trabajo requeridas para producirla. Si un auto vale más que un lápiz es porque el auto requiere más trabajo. La madera y el grafito necesarios para hacer lápices podían intercambiarse por el acero y materiales para hacer el auto, pero en cantidades diferentes. Por ejemplo, una tonelada de madera y grafito tendría el valor de cambio de media tonelada de acero y los materiales propios del auto. La pregunta es ¿de dónde surge esa relación de cambio? ¿Qué es lo que tienen en común todos estos commodities −materias primas−? La respuesta para Marx es el trabajo. Si una tonelada de madera y grafito cuesta la mitad que una de acero y otros materiales, es porque tiene la mitad de horas de trabajo incorporada en su producción. Si el auto, por tanto, cuesta mil veces más que el lápiz es porque tiene, digamos, mil horas de producción contra el lápiz que solo tiene una hora incorporada. El valor de cambio entonces, lo agregan las horas de trabajo.
    Ahora bien, si el trabajo fuera realmente la fuente del valor de todos los bienes transados y el capitalista pagara a los trabajadores el total de ese valor creado por ellos, entonces el capitalista no obtendría ganancia alguna. Si vende en diez un producto, significa que esos diez son el valor creado por el proletario y, por tanto, al pagar la totalidad, el capitalista no ganaría nada. Pero el hecho es que, el capitalista sí obtiene ganancia, lo cual requiere una explicación. Según Marx, los obreros venden su trabajo a cambio de dinero. El trabajo es, desde esta perspectiva, un bien de intercambio limitado en cantidad como el hierro, el trigo, el cemento o cualquier otro commodity en el mercado. Por lo tanto, así como la cantidad de acero disponible en la economía, depende de la cantidad de trabajo aplicada para producirlo, la cantidad de este commodity, llamado fuerza de trabajo, depende al mismo tiempo, de la cantidad de trabajo requerida para mantenerla. Todo trabajador necesita alimentos, ropa, vivienda y muchas otras cosas para sostener su fuerza de trabajo. Los obreros usan el dinero que reciben para pagarlas. Esto significa que cada hora de producción genera un valor para el capitalista y un costo equivalente para el trabajador, pues este último debe invertir en alimentos, ropa y todos esos factores para mantener su capacidad productiva. Pero si el capitalista vende el trabajo aplicado del obrero en diez, la única forma que tiene para ganar dinero, es pagarle al trabajador menos que el valor que él mismo creó, digamos siete.
  • Antelmo LMje citiraoпрошле године
    En la práctica es la valoración de ciertas cosas lo que determina su precio y también el costo de lo que se necesita para producirlo y no al revés. No son los alimentos que utiliza un famoso chef para cocinar lo que define cuánto cuesta el plato que prepara. Es la demanda por su comida lo que explica su precio y también el de los alimentos que usa para elaborarlo.
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