Los caminos del mal son extraños. Fingimos ante nuestros hermanos. Desafiamos la voluntad ante nuestros hermanos. Desafiamos la voluntad de nuestros Consejos. Nosotros solos, entre los miles que pueblan la tierra, nosotros solos en este momento, hacemos un trabajo que no tiene otro propósito que nuestro deseo de hacerlo. La maldad de nuestro crimen no puede ser juzgado por la mente humana. La naturaleza de nuestro castigo, si la culpa llega a descubrirse, no puede ser decretada por un corazón humano. Nunca, ni siquiera en la memoria de los más Ancianos entre los Ancianos, hay hombres que hayan hecho lo que nosotros hacemos.