Oshiko, sin dudarlo, compró el modelo de vestido más popular de la temporada. Sin embargo, con ello no sólo trataba de ir a la moda. Al igual que con sólo subirse a la bicicleta con silleta infantil se sentía revestida de las características propias de toda una «mamá», al ponerse el vestido azul marino para asistir a graduaciones y actos formales sentía con agrado que se liberaba, como si podase unas ramas, de todo cuanto no tuviera que ver con su condición de «progenitora». Del mismo modo en que solía siempre cambiar de smartphone cada vez que salía uno de nueva generación, al comprarse cada año un vestido de primavera para los actos formales propios de dicha estación se transformaba en una madre supermodelo, con la expectativa de mejorar su desempeño como tal.