Decir no no basta

Muy pronto, las multinacionales se habían lanzado a competir en una carrera hacia la ligereza: el que menos activos físicos poseyera, menos empleados tuviera en nómina y produjera las imágenes más poderosas (por contraposición a más cosas), ganaba.

Daba igual, en realidad, quién hiciera físicamente el trabajo, porque el verdadero valor no estaba en la fabricación sino en el diseño, la innovación y, naturalmente, el marketing.

insaciable necesidad colonizadora de marcar cualquier espacio disponible con tu nombre

Porque el terreno que pisábamos antes de que Trump saliera elegido es el mismo terreno que dio como fruto a Trump.

previsible, y hasta tópico, de ideas y tendencias omnipresentes a las que se debería haber puesto freno hace mucho tiempo.

producto de una cultura empresarial que fetichiza a los «disruptores» que hacen su fortuna ignorando descaradamente tanto las leyes como los estándares reguladores.

s: una marca constituida por un solo hombre, cuya mujer e hijos son marcas derivadas, con todas las patologías y conflictos inherentes a esa situación.

Trump es el producto de poderosos sistemas de pensamiento que clasifican la vida humana basándose en la raza, la religión, el sexo, la sexualidad, la apariencia física y la habilidad física, y que de forma sistemática han utilizado la raza a modo de arma para impulsar políticas económicas brutales desde los inicios de la colonización norteamericana y el tráfico de esclavos transatlántico.

que contar una historia distinta de la que nos venden los doctores del shock, una visión del mundo lo bastante convincente como para competir con la suya de igual a igual

Para hacerlo, han de ocurrir dos hechos cruciales. Primero, hemos de entender perfectamente cómo funcionan las políticas de shock y a qué intereses sirven.