Cada vez que intento reducir la narración a lo esencial, los pequeños detalles se hinchan de significado: el día de la transferencia embrionaria la doctora llevaba puestos unos lentes de armazón rojo que le daban el aspecto de un pájaro fantástico, más de una vez me corté al reventar el vidrio de las ampolletas de progesterona, todavía conservo la bata desechable que me robé del consultorio.