concluyó, dándole una palmada en el brazo y dirigiéndose a la Finca con una ligera renguera. Habló por encima de su hombro mientras se arrastraba, con todo el cuerpo dolorido–. Debería volver allá afuera, pero ya no puedo más. Iré a comer un poco del guiso repugnante de Sartén.