Semiótica, cultura y desarrollo psicológico

Ciertamente, el educador puede (y debe) multiplicar las ocasiones que propicien el surgimiento de esos «momentos» fecundos, ricos, en los cuales se producen reestructuraciones del psiquismo, pero no puede, en ningún caso, pretender provocarlos y mucho menos «controlarlos», pues aunque el desarrollo tenga una esencia social, no deja de ser por ello un asunto de «historia personal».

diríamos que el arte no sirve para nada en concreto, pero es al mismo tiempo de una enorme importancia en la medida en que transforma nuestros afectos subterráneos y nos dota de una energía renovada y de una forma más humana de afrontar las situaciones venidera

La tragedia suscita así horror y, gracias al poder de su forma, nos procura la alegría de superar dicho horror.

Así pues, las obras artísticas apelan a nuestras emociones ordinarias, las «antagonizan» y, mediante el poder de su forma, las transforman.

la obra de arte despierta en nosotros afectos sumergidos y contradictorios.

Las demandas sociales suscitan el nacimiento de numerosos deseos en cada uno de nosotros, pero muy pocos de entre ellos logran convertirse en un comienzo de realización en el ámbito de la representación o de la acción. Por lo que entran en conflicto. Al no hallar satisfacción en la vida social, se convierten en objeto de autorrepresión (Vygotski, 1926/1997, pp. 205-217), pero seguirán vivos fuera de nuestras consciencia, luchando por abrirse paso de forma directa o indirecta (en nuestros sueños, por ejemplo). Vygotski se acerca mucho en este punto a los planteamientos de Freud y se inspira y cita ampliamente los trabajos de A. B. Zalkind14.

Tomando como ejemplo la implicación política de los grandes reformadores o el proceso de creación artística, Vygotski nos muestra que emociones como el entusiasmo o el placer de descubrir son el resultado de una doble transformación: la emoción se halla ahora al origen de la acción y, debido a sus relaciones con el intelecto, asume los significados humanos más ricos.

Partiendo de esta concepción, se comprende que, en contraste con el carácter rudimentario del registro emocional del reino animal, las emociones humanas se caracterizan por una enorme diversidad de significados.

Ciertamente, el psicólogo debe estudiar la vida emocional del ser humano como la de un ser natural, pero también como la de un ser arraigado en una historia social y, por tanto, enfrentado a múltiples situaciones sociales portadoras de significados.

«El medio social se sitúa entre el hombre y el mundo, refractando y orientando a su manera tanto todo estímulo que desde fuera actúa sobre el hombre, como toda reacción del hombre hacia el exterior» (Vygotski, 1925/2005, p. 351).