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Knjige
Hara Tamiki

Flores de verano

Tamiki Hara se hallaba en Hiroshima el día 6 de agosto de 1945 a las ocho y quince minutos, momento en que estalló la bomba que impondría una nueva manera de contemplar el mundo. Como él mismo describe en su impactante “Flores de verano” (obra ganadora del Premio Takitaro Minakami), en ese instante el autor se hallaba en una casa construida por su padre, lo suficientemente lejos del lugar de la explosión, gracias a lo cual pudo sobrevivir. Valiéndose de tres momentos narrativos diferentes, Hara narra el antes, el durante y el después de la tragedia. Con un lenguaje exento de florituras, durísimo, preciso y contundente, pero lleno de una hermosura casi poética, el autor narra cómo afloran a su alrededor la confusión, la destrucción, el horror, y lo mejor y lo peor de la condición humana.
Esta obra, de una crudeza inusual, sufrió durante años la censura que prohibía a los japoneses publicar ningún tipo de escrito sobre la guerra. Es la primera vez que se traduce al castellano.
130 štampanih stranica
Vlasnik autorskih prava
Bookwire
Prvi put objavljeno
2011
Godina izdavanja
2011
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Utisci

  • Marco Moraje podelio/la utisakпре 2 године
    👍Vredna čitanja
    💧Sentiš

    Es un testimonio crudo y a la vez elocuente de cómo se vivió en Hiroshima la caída de la bomba atómica.

Citati

  • Marco Moraje citiraoпре 2 године
    Era, sin duda, un nuevo infierno, planificado con precisión y destreza. Allí todo lo humano había sido exterminado, como si las expresiones de los rostros de los cadáveres hubieran sido sustituidas por un único molde fabricado en serie. Sus extremidades eran presa de una especie de ritmo diabólico: el rigor mortis parecía haberlos atrapado en el último estertor de su agonía.
  • Whaleeha Abril Gudiño Gonzalezje citiralaпре 15 дана
    La pregunta obligada es: ¿cómo no resistir y vivir después de las bombas para dar testimonio de uno de los horrores más absolutos que ha conocido la humanidad?
  • Marco Moraje citiraoпре 2 године
    En Hiroshima siempre había alguien que contaba una y otra vez lo sucedido aquel 6 de agosto. Se hablaba de un hombre que se había dedicado a buscar sin descanso a su mujer, y que se vio obligado a inspeccionar cientos de cadáveres para examinar sus rostros. Ninguna de las muertas tenía puesto el reloj de pulsera que habría ayudado a identificarla. También se contaba la historia de una mujer que murió frente a la estación de radio en Nagarekawa protegiendo a su bebé del fuego con su propio cuerpo.

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