Mitología H.P. Lovecraft

terribles y obtusos, incomprensibles para la humanidad

Lovecraft murió tras los Juegos Olímpicos de Berlín, y en esos momentos la figura de Hitler y la ocupación de Polonia, con los aires de guerra mundial, no le preocupaban en absoluto, consideraba todo ese revuelo como una muestra más de la milenaria estulticia humana.

Era clasista y racista, y el pueblo judío no era su favorito, pero estaba muy lejos de la eugenesia o del fascismo, como sí lo estaba el viejo poeta Ezra Pound, uno de sus autores favoritos seguramente. Lovecraft lo era porque así lo habían educado y era lo que procedía en un caballero de Providence. “Eres muy feo”, le decía su madre

El siglo de las luces y los descubrimientos le precedía, y presenció la aparición de la radio, el teléfono, el cinematógrafo, la bombilla eléctrica y los primeros pasos de la aviación, desde los hermanos Wright hasta los mono motores de la Primera Guerra Mundial, verdaderos monstruos de su tiempo que sufrieron el ataque de los fisiócratas, las comunidades religiosas y la población asustada, aunque atraída, por los nuevos descubrimientos.

Lovecraft con Wandrei en Nueva York

Donald Wandrei (Melmoth), fundador de la Editorial Arkham en 1939 tras la muerte de Lovecraft, nació en el 1908, en Minnesota, y murió en 1987 antes de cumplir los setenta años de edad.

Una de las leyendas negras del Círculo hace referencia a la homosexualidad y a la pedofilia, y todo porque Bloch era 17 años más joven que su admirado maestro, aunque su relación fue siempre más epistolar que física.

Robert Bloch no murió pobre ni abandonado, pero sí firme en el derrotero del Círculo Lovecraft

puntilloso, orgulloso, debilucho y engreído Howard Phillips Lovecraft, que finalmente moriría de cáncer intestinal y deficiencia renal en el

Su cuerpo físico, casi anoréxico por la desnutrición crónica, lo mantiene atado a un mundo real que le molesta, y no porque no lo comprenda, sino porque lo comprende demasiado.

solo la conoció él, nadie más, y fue un asunto que jamás externó ni dio motivos para que alguien pensara que le preocupaba lo más mínimo