Érase una vez un corazón roto

Pero la duda era como la sal: no se necesitaba demasiada para alterar el gusto de los pensamientos.

Mantener la esperanza era un acto de valentía.

«Todos los cuentos contienen una parte de verdad y una de mentira —solía decir su madre—. Lo que importa es lo que nosotros creemos que son».

—Tienes mucha suerte de que yo esté aquí —gruñó.

—La suerte no tiene nada que ver con esto —murmuró Jacks—. Yo quería que estuvieras aquí, Pequeño Zorrillo. ¿Quiénes crees que le pidió a Veneno que te salvara y que sugiriera a su emperatriz que te enviara a la Nocte Eterna?

Ni siquiera te gusto.

—Ahora mismo me gustas. Me gustas un montón. —Succionó su piel con suavidad—. De hecho, no se me ocurre nada que me guste más

siempre rompiendo; debían odiar aquella atracción tanto como ella.

quería saber a qué otra cosa podía condenarla si la veía, pero era como la marea, atraída por la insuperable fuerza de la luna. No era de extrañar que las olas estuvieran

quería saber a qué otra cosa podía condenarla si la veía, pero era como la marea, atraída por la insuperable fuerza de la luna. No era de extrañar que las olas estuvieran

Promete siempre menos de lo que puedas dar, porque los Destinos siempre se llevarán más.

No hagas tratos con más de un Destino.

Y, sobre todas las cosas, jamás te enamores de un Destino.

Pero, por lo entusiasmada que sonó la muchacha al hablar con el joven, parecía que se había tomado su sonido como una señal venturosa en lugar de como una advertencia.