Betty

Entonces me di cuenta de que los pantalones y las faldas, como los propios sexos, no se consideraban iguales en nuestra sociedad. Llevar pantalón era vestirse para ejercer el poder. Pero llevar falda era vestirse para fregar los platos

—¿No te gustaría tener una bolsa llena de días buenos, Betty? —me preguntó—. Cada vez que tuvieras un día malo, podrías meter la mano en la bolsa y mejorarlo todo. Si yo tuviera una bolsa de días buenos, metería la mano ahora mismo y Trustin se levantaría y se pondría a bailar, aunque en realidad nunca bailaba, ¿verdad? De todas formas, estoy segura de que le daría por bailar un día bueno.

La yegua había vivido según las órdenes de los hombres. Durante toda su existencia, nunca la habían dejado ser libre. Había tenido carceleros y dueños, como si su valor dependiese de lo mucho que podía cargar en su lomo.

Había vivido su vida hasta que había sido regalada a cambio de nada, las patas demasiado débiles para huir y unos ojos que ya no podían ver otro mundo más allá de la cueva de carbón en la que la habían obligado a pasar la vida. Y, sin embargo, ahora podía notar el viento en la crin.

—A veces pienso que el universo es solo un resplandor. El resplandor de un cigarrillo en la oscuridad. Todas las estrellas, los planetas, las galaxias, los confines infinitos… Todo está en la puntita resplandeciente de un cigarrillo en la mano de un hombre apoyado en una pared, que mira pasar a una chica camino de su casa sabiendo que ella nunca llegará adonde va.

Mientras le caían gotas de jugo por la barbilla, pensé en que Dios existe en pequeños detalles que no siempre vemos, a menos que casualmente estemos mirando en el preciso instante en que una hermana planta cara a sus demonios y te recuerda que aún quedan paraísos en el mundo

La vida sería mucho más fácil si las cosas malas se quedasen en una piel de la que pudiésemos desprendernos como una serpiente. Así podríamos dejar todas las experiencias horribles en el suelo y seguir adelante, libres de ellas.

Tenía los ojos de mi padre y ahora también el dolor de mi madre

—Diría que mi papá vive en un copo de nieve. Tiene frío. Solo lo veo en invierno. Una vez intenté cogerlo, pero se me derritió en la mano. Mi papá vive en un copo de nieve. Tiene frío. Lo echo de menos en verano.

En resumidas cuentas, deseábamos que la vida no se redujese a la realidad que nos rodeaba. Solo entonces podríamos cumplir un destino al que no nos sintiésemos condenadas.

—Todo lo que necesitamos para vivir la vida más larga que nos ha sido concedida nos lo da la naturaleza —decía—.