Yo maté a un perro en Rumanía

Siempre he pensado que no le tememos tanto al mar sino al cielo; a tener el peso del espacio infinito con todos sus astros y galaxias sobre nosotros. No le tememos a lo profundo pues estamos obligados y condenados a descender, no conocemos otro curso. La fuerza de gravedad nos familiariza con la oquedad y con lo subterráneo. En las enciclopedias ya está ilustrado el núcleo de la Tierra, definido en dimensiones y capas. Sabemos que el corazón de todas las cosas es una masa de hierro ardiente. En cambio, el cielo es un misterio. Lo alto de lo alto no lo conoce nadie. Sabemos sin saber que el centro de nuestra galaxia es un agujero negro. El corazón del universo no existe.

“quieres irte, pero no quieres llevarme contigo”

El miedo y la curiosidad son animales de costumbres parecidas y anidan en las mismas cavidades de nuestro cuerpo: la boca del estómago, las fosas nasales, el túnel de nuestra médula.

Desde hacía algún tiempo había descendido por remolinos de oscuridad. Sin embargo, en ese vértigo negro surgieron destellos: los círculos y la inercia.

de hacía algún tiempo había descendido por remolinos de oscuridad. Sin embargo, en ese vértigo negro surgieron destellos: los círculos y la inercia.

ahora era el banquete de los chuchos, comían felices, hablaban entre ellos, me hablaban a mí, también me agradecían,

pero digo que empecé a tener conversaciones con esos chuchos como si fueran unos tíos en un bar, vamos, sobre cosas de la vida, de ellos y de la mía, ellos también tenían vida, o sea, vida social de perro con sus rollos y ta

Dios perdona el pecado, pero no el escándalo

Dormir era el único placer que me quedaba. Disfrutaba de dormir sin importar si era por cansancio o por efecto de las pastillas. A veces creía que ensayaba mi muerte en cada sueño profundo. La muerte tenía que ser plácida, como dice el cliché: “el sueño eterno”. Ya no estaba sola. Ya no había dolor. Tampoco había alegría. Ni amor ni desamor. Nada. El silencio de nuestra constelación cerebral y la oscuridad de nuestro interior. Nosotros en espiral hacia adentro y envueltos en lo que somos, enroscados, del revés y recorriendo el camino inverso de lo que fuimos

Dejamos de ser una fantasía de película erótica y nos convertimos en una fábula con moraleja: éramos el cuento del cojo que ayudaba al ciego