Indestructible

El amor no siempre es correcto, no siempre es bonito. Es una maldita mentira que nos venden.

e gustó tu discurso, a decir verdad. Sobre todo, la parte en la que dices que tendrás que follarme muchísimo —se burla.
Pellizco la piel de su abdomen.
—Auch —se queja.
—Estoy hablando en serio, Maximilian. —Le doy una dura mirada.
Me mira por unos segundos, la luz del fuego hace que su azul se vea aún más cálido, me fijo en la pequeña mancha café que salpica su iris izquierdo. Me gusta tanto esa peculiaridad.
—Es difícil para nuestro orgullo aceptarlo, tú no lo dirás, yo no lo diré, pero es tan fuerte que vuelve siempre a juntarnos.
Llevo mi mano hasta su mejilla y acaricio la creciente barba. Su mandíbula cuadrada, su recta nariz y sus labios ya no tan morados, hacen que algo en mi interior se infle al contemplarlo.
—Me gustas tanto… —las palabras me salen sin pensar y en un susurro.
—Tú a mí me encantas, At —dice con voz ronca.

Bajo mi vista, entre mis brazos ya no se ve tan temible, tan poderosa e inalcanzable. Se siente como la mujer que debo y quiero proteger, pero no puedo. Ella sabe hacerlo y lo ha demostrado antes.
Nos quedamos por unos minutos más en esta posición. Nadie dice nada, estamos concentrados en nuestros latidos y respiraciones.

Yo tampoco dejaría que le tocasen un pelo

O venzo o muero, pero jamás pierdo

«Mi mente es mi herramienta, tengo que aprender a gobernarla o ella me gobernará a mí».

«Mi grandeza no reside en no haber caído nunca, sino en haberme levantado siempre».
Napoleón Bonaparte

«Mi grandeza no reside en no haber caído nunca, sino en haberme levantado siempre».
Napoleón Bonaparte

Me agacho frente a ella, respira agitadamente, su pecho sube y baja con rapidez.
—Ya todo terminó —le quito el arma con delicadeza—. Vamos a casa…
—¿Estás bien? Yo vine a… —empieza diciendo, pero la falta de aire le impide seguir.
—Ven. —La tomo de los antebrazos y la ayudo a pararse.
—Estás bien… —susurra y envuelve sus brazos en mi anatomía.
Se lo devuelvo con más fuerza y beso la cima de su cabeza.
—Shh… Estoy aquí, estás aquí. No hay peligro. —La aprieto aún más fuerte contra mí y ella imita la acción.

Asiente con la cabeza y lo que hace seguidamente me sorprende. Acorta la distancia que hay entre nuestros cuerpos y los une. Sus delgados brazos rodean mi torso. Estoy tan desconcertado que tardo en responder, llevo mi mano hasta su cabeza y acaricio su cabello, con la otra abrazo su cintura y la pego aún más a mí.