El titán de Wall Street

—No puedo hacerlo. No puedo... no puedo mudarme contigo. Lo siento, Marcus. Lo que dije antes, lo dije en serio. Se acabó. No quiero volver a verte nunca más.

—No puedo —dice con voz entrecortada—. Marcus, lo siento, pero no puedo.

Nunca más volveré a salir con un hombre que esté fuera de mi alcance.

Dios, ¿por qué me había hecho esto? ¿Por qué perseguirme tanto, hacerme pensar que podría haber algo real entre nosotros, solo para dejarme con tanta crueldad?

—Me alegro de que no fueras popular, gatita... porque si lo hubieses sido, tendría un montón de Jims y Arthurs a los que destruir.

Todavía sigo ruborizada durante el desayuno, en parte porque no puedo mirar la boca de Marcus sin pensar en dónde ha estado su lengua.

Tienes un ano tan jodidamente bonito... —gruñe, levantando la cabeza y, con una ola de mortificación ardiente, me doy cuenta de que está mirando directamente dentro de mi trasero.

Así es —le dicen mis ojos—. Me la he follado toda la noche, y volveré a hacerlo una y otra vez. Será mejor que te acostumbres. Ahora ella es mía.

Resulta que Emma no solo es una excelente editora sino también una escritora brillante. Sus palabras fluyen de tal manera que las oraciones más simples se vuelven convincentes, el ritmo mismo de su escritura cuenta su propia historia. Sin embargo, es el contenido de sus historias, y el ensayo de admisión, lo que me mantuvo pegado a las páginas.

Emma es ahora mía. He reclamado mi propiedad sobre ella, y no voy a echarme atrás.