La belleza que nos complace no es ninguno de los elementos materiales concretos que componen la escena, es la escena misma, su formalidad, la que resulta bella y cautivante. Y la experiencia estética que vivimos no es solo sensible, no son solo los sentidos los que se recrean en la luz, el color, el aroma, la brisa; es la vivencia global de todo ello, y en este sentido es espiritual.