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Fernando Iwasaki

Ajuar funerario

  • MARIA LAURA RAFAEL CRUZje citiraoпре 7 месеци
    La chica del auto stop, III
  • MARIA LAURA RAFAEL CRUZje citiraoпре 7 месеци
    La chica del auto stop, II
  • MARIA LAURA RAFAEL CRUZje citiraoпре 7 месеци
    La chica del auto stop, I
  • MARIA LAURA RAFAEL CRUZje citiraoпре 7 месеци
    No hay que hablar con extraños
  • F.je citiralaпре 9 месеци
    de correr hacia nosotros desde los pantanos más profundos de nuestra memoria.
  • F.je citiralaпре 9 месеци
    a literatura de horror puede llegar a ser opresiva, pero los recuerdos inquietantes de la infancia son los peores. El niño que fuimos sigue sintiendo miedo y sólo hace falta rasgar el velo, tocar la tecla precisa o hundir el bisturí en el cuerpo adecuado. Todos conservamos en la penumbra del inconsciente una pesadilla, un temor, una culpa o un presentimiento, que –como los perros de Tíndalos– son capaces de olernos
  • F.je citiralaпре 9 месеци
    A Mail in the Life
  • F.je citiralaпре 9 месеци
    Los ángeles dormidos
  • Rafael Ramosje citiraoпрошле године
    Una cosa es el realismo mágico y otra muy distinta la pedagogía teratológica. Pavlov educó a su perro con el condicionamiento clásico, pero yo fui un niño educado con el condicionamiento terrorífico. Si mentía, le apretaba la corona de espinas al Cristo de la cómoda. Si no rezaba, atormentaba a las ánimas del purgatorio. Si decía una mala palabra, podía venir el diablo para abofetearme. Por eso en Lima había tantos terremotos: demasiados pecadores, demasiadas ofensas, demasiados barrabases. Una vez nos pilló un temblor en casa de abuela y jamás olvidaré cómo fuimos obligados a ponernos de rodillas para rezar a gritos: «¡Aplaca Señor tu ira, tu venganza y tu rencor!». Todos esos terrores seguían vagando por mi memoria hasta que los convertí en las perlas negras de Ajuar funerario.
  • Josué Osbourneje citiraoпрошле године
    No quería castigar al niño, pero fue inevitable. No sólo mintió sino que además me amenazó. Desde entonces está raro. No habla, no juega y no quiere que lo bese. Me da miedo cómo mira, la forma en que come, las cosas que canta. Esta mañana salí al jardín y en un paquetito que estaba junto a unas velas negras encontré uñas cortadas, sobras de comida y una foto carné mía. No he querido llamarle la atención de nuevo, pero lleva encerrado en su cuarto desde anoche. He subido las escaleras y he sentido escalofríos, un olor extraño y unas sombras huidizas. El niño habla con alguien y sigue cantando esas canciones horribles. Le pido que me hable y me insulta y se ríe. No tengo más remedio que abrir la puerta
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