que después de convertirse en escritor jamás hizo alusión a sus planes o trabajos literarios en las cartas que le escribía a ella a pesar de que en el pasado le había hecho suministrarle notas sobre costumbres y nombres ucranianos. La vio poco durante los años en que su genio creció. El frío desprecio que sentía hacia el buen juicio, la credulidad y la incompetencia de ella como terrateniente se hace penosamente manifiesto en sus cartas, pero, por otro lado, debido a una vanidosa tradición semirreligiosa, jamás dejó de recalcar su devoción filial, su perfecta obediencia –al menos durante su juventud