Aprendí a estar reconocido a la parte buena de mi situación y a olvidar en lo posible la mala; prefería tener más en cuenta lo que me daba placer que las privaciones; y esto me hacía experimentar a veces tan secreto júbilo que no podría expresarlo, y si lo menciono aquí es solamente para llamar la atención de aquellos que no saben gozar alegremente lo que Dios les ha dado porque solo ven y envidian lo que Él no ha querido concederles. Toda nuestra aflicción por lo que no tenemos nace de la falta de gratitud hacia lo que nos ha sido dado