Conexiones perdidas

No padeces de un desequilibrio químico en tu cerebro. Padeces de un desequilibrio social y espiritual en tu modo de vida.

el dolor es necesario. Lo sentimos porque antes hemos amado. Lo sentimos porque la persona que se ha marchado era importante para nosotros. Afirmar que el dolor debería esfumarse en un plazo determinado de tiempo supone un insulto al amor que sentimos.

«desrealización», que se produce cuando sientes que nada de lo que haces es auténtico o real

Vivimos en un sistema, asegura Tim, que no para de «distraernos respecto a lo que de verdad merece la pena en la vida»

La presión que ejerce nuestra cultura va abrumadoramente en una sola dirección: gasta más, trabaja más.

por lo que nos atenaza una insatisfacción permanente y desconcertante.

«a que desconectemos de nosotros mismos, lo que nos lleva a su vez a desconectar de los demás»

deberíamos dejar de hablar de «salud mental» —que evoca imágenes de escáneres cerebrales y de sinapsis defectuosas— y comenzar a hacerlo de «salud emocional». «¿Por qué la llamamos salud mental? Porque queremos darle una pátina científica. Queremos que suene científico. Pero se trata de nuestras emociones».

[Si] el vecino [de enfrente] se muere y no lo conocía, puede que diga: “Ah, lo siento por su familia”, pero no entraré en duelo. Sí lo haré si muere una persona a la que quiero. El duelo existe porque antes hemos querido». Afirmar que si un duelo se extiende más allá de un plazo de tiempo deviene una patología, una enfermedad a tratarse con medicamentos, es, según su punto de vista, negar la esencia de lo que nos hace humanos.

Más adelante aprendería que, en otras ocasiones, escuchar el dolor y verlo en su contexto te dirige en un sentido que lo trasciende