Habíamos vivido separados, para mostrarle a nuestra madre que podíamos hacerlo, y habíamos caído en inevitables hábitos de silencio y actitudes raras. A mi hermano le había dado un terror mortal a los lepismas, unos insectos plateados que se escabullían entre los azulejos de la cocina. Yo me estaba sintiendo incómoda con mi imagen en espejos de cuerpo entero, con la amplitud del espacio a mi alrededor