Se trataba de un santo muy respetado en aquellas tierras que pretendía demostrar, por un lado, que el destino determina irremediablemente la vida de las personas y, por otro, que aquellos que intentan luchar contra su destino acaban siempre malparados. El conjuro en cuestión permite que tres hombres distintos tengan la posibilidad, cada uno de ellos, de pedirle a esa pata hasta tres deseos.