Scott cambió la pasión por sensiblería y redujo a sus heroínas a recuerdos insípidos, mientras que en la firme superficie del realismo de Balzac apenas hay una falla. Sus mujeres, tanto las jóvenes como las ancianas, son seres vivos, y tan compactas en sus humanas contradicciones como devastadas por sus humanas pasiones, igual que sus avaros, sus banqueros, sus clérigos o sus doctores.