Pensó en pinturas antiguas que había visto en museos sin entenderlas del todo. Esperaba algo, así como siempre había esperado algo delante esos cuadros, algo que nunca sucedió. ¿Qué esperaba? Algo sorprendente, nunca visto. Una visión inesperada de la que no pudiera hacerse idea ninguna, algo de una sensualidad terrible, bestial que lo tomara como con garras y lo desgarrara a partir de los ojos; un acontecimiento que estuviera conectado de un modo aún impreciso con los delantales de las mujeres, con sus manos rudas, con la miseria de sus cabañas, con... con el ensuciarse de estiércol en las granja... No, no; ahora sentía más intensamente la red de fuego delante de los ojos; las palabras no lo decían; no es tan violento como lo volverían las palabras; es algo mudo... un ahogo en la garganta, un pensamiento apenas perceptible y que sólo se expresaría así de violento, si uno quisiera decirlo todo con palabras; pero entonces el parecido sería más lejano, como en esas gigantescas ampliaciones en las que no sólo se ve todo más claro sino también cosas que no están ahí...