La nueva división en circunscripciones electorales garantiza al partido en el poder los dos tercios de los escaños con el 25% de los votos

por nueve o doce años, de los máximos colaboradores del Estado; después, reemplazar los órganos representativos por autoridades al servicio de la derecha y sus aliados del sector empresarial. Si bien la derecha ya controla el 93% de las asambleas locales, la mayoría de ellas serán sustituidas por administradores del gobierno, o sus poderes se verán sensiblemente reducidos.

El jefe de esta mayoría, Orbán, había sido un aplicador diligente y eficaz de las políticas del precedente gobierno liberal-socialista, impopular, impotente y corrupto al mismo tiempo.